CUANTO MAYOR ES LA LLAVE, PEOR ES LA HABITACIÓN


Uno procura ir a hoteles modernos en los que la llave es una tarjeta y si la pierdes no pasa nada. Más de una vez me ha ocurrido que no me la han activado bien y he tenido que regresar a la recepción para corregir el problema. Los modelos más modernos ni siquiera exigen que se introduzca en una ranura y basta acercarla a la puerta para que se abra. Pero todavía quedan hoteles empeñados en mantener sus viejas puertas y utilizar llaves convencionales a las que se protege con enormes y pesados llaveros que impidan su sustracción. Naturalmente que volvemos al incordio de entregar la llave a cada salida y pedirla en cada entrada; eso es relativamente sencillo para un hotel con pocas habitaciones y muy complejo según va aumentando el número de dormitorios.

Si nos entregan una de esas llaves de toda la vida con macrollavero hay que ponerse en lo peor y suponer que lo que nos vamos a encontrar en el dormitorio es de la misma época, pero eso no lo sabremos hasta que nos atiendan en recepción. Rara vez tendremos buena suerte.

En muchos hoteles de Francia no hay tarjetas ni llaves, sino códigos que hay que teclear, que para eso son muy aficionados los franceses a eliminar personal y simplificar procedimientos a base de automatismos y claves. Normalmente la misma clave abre la puerta del recinto, la del edificio y la de la habitación.

Por cierto que los mejores hoteles son los que te dan dos llaves por habitación y así no tienes que andar llamando a la puerta para que te abra tu acompañante.

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